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Viajes de papel. La estética del Polo Norte de Michel Onfray

Felipe Gomez

El filósofo francés Michel Onfray nos lleva hasta la tierra de los Inuit en un viaje pendiente con su padre. Un libro al que tal vez pueda ser difícil entrar pero que realmente es una pequeña joya. A nivel personal Michel presenta la relación con su padre, un trabajador del campo en Normandia, una persona dura, muy trabajadora y silenciosa que ha pasado la mayor parte de su vida al aire libre como agricultor. Michel cumple el deseo de su padre cuando este responde a la pregunta de a donde te gustaría viajar diciendo que al Polo Norte.

Entonces Onfray despliega todo su arte para describir de forma poética el duro entorno del Gran Norte. Partiendo de la geología, la realidad mineral que marca y define el paisaje de la tierra de los esquimales, va completando todas las piezas que componen el hábitat de este pueblo. El frío y el viento que marcan el clima, la luz y sus largos periodos de ausencia o presencia, así como el vasto espacio donde solo las culturas adaptadas desde tiempos lejanos pueden sobrevivir. Un pueblo que no mide el tiempo y que no tiene textos históricos porque duerme cuando es de noche o hace mal tiempo, sale a pescar o cazar cuando hay luz y hace bueno y mantiene viva su historia de forma oral, transmitiendo el saber de generación en generación.

Portada del libro editado por Gallo Negro

Una sociedad que fue quebrada por la conquista, desprovista de su lengua, evangelizada y sedentarizada de forma forzosa en unas anodinas aldeas prefabricadas. Una realidad con un duro porvenir en una tierra que habitaron desde siempre y que está siendo corrompida por las políticas extractivistas de Canadá y EEUU. Una historia que tristemente ya conocemos en otros muchos territorios. Así la nueva e impuesta sociedad, que vive de las subvenciones, está más pendiente de la TV y de la moda occidental que de volver a su pasado, porque este fue roto y aniquilado por lo que algunos llaman civilización.

El anclaje al mundo pasado que habitaba la vasta naturaleza del Polo Norte son las personas mayores, las que guardan memoria del inuit cuando este era libre, luchaba y convivía con un paisaje con una habilidad extraordinaria y protegido también por su panteón politeísta.

Para nosotros la novela se resume muy bien en el encuentro crucial entre el padre de Onfray y el guía de su viaje al Polo Norte, Pauloosie, también un anciano y respetado hombre en la comunidad Inuit. Sin poder hablar, comunicándose por ese silencio de la gente de campo, surge un entendimiento perfecto. Que harmoniza con el frío paisaje. Porque, tal vez, no todo tiene que ser dicho y así en la despedida de estos dos hombres “un simple apretón de manos, sin efusividad, sin petulancia, les sirvió seguramente, para intercambiar sus energías, para compartir su emoción”.